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Quienes somos

A principio de los años 90 del siglo pasado, A FOGAZA se fundó con la idea de buscar una nueva forma de trabajar en la panadería. De adaptar este sector a los nuevos tiempos, a las nuevas formas de trabajar y a las nuevas necesidades que la sociedad iba demandando.

 

El sector, que apenas había evolucionado en los últimos 100 años, se  acercaba a una nueva etapa. La forma de consumir pan estaba cambiando, los tipos de pan estaban en evolución, los clientes tenían necesidades que hasta este momento no existían y el sector tenía que adaptarse a esta nueva situación.

 

Los despachos de pan dejaron de ser meros lugares en los que comprar pan para ser entendidos como algo más, como puntos de encuentro, como cafeterías, por lo que las necesidades de estos despachos iban a ser muy diferentes a las que se conocían. Ya no eran suficientes tres clases de pan, bolla, mollete y barra; ahora empezaban a demandarse pan de semillas, de manteca, hechos con otras harinas, y sobre todo panes más pequeños al mermar el número de miembros en el núcleo familiar.

 

Y para dar respuesta a estas nuevas necesidades se fundó A FOGAZA, con la finalidad de aportar al mercado y al sector una nueva forma de entender la panadería.

Alfredo García y Elisa Dieguez se trasladaron desde Silleda a A Estrada en busca de un futuro mejor allá por los años 50. Él panadero, ella costurera; emprendieron un camino que llevaría, dos generaciones después, a una empresa con 29 empleados, horneando más de 1.500 kg de harina diarios y una facturación anual superior al millón de euros.

 

Este camino se hizo siempre siguiendo las directrices que habían marcado D. Alfredo y Dña Elisa; calidad, servicio y responsabilidad. Con estas premisas A FOGAZA fue creciendo año a año. Fruto de esta forma de trabajar se fueron captando clientes que, a día de hoy son una referencia en cuanto a calidad, como los Paradores de Santiago, Pontevedra y Cambados. Otros clientes como los Complejos Hospitalarios de Santiago de Compostela y el de Pontevedra. Centros sanitarios privados como el Policlínico La Rosaleda o la Esperanza en Santiago y el Policlíno Dominguez en Pontevedra, se fueron incorporando a nuestra cartera con el paso de los años.

 

Pero nunca olvidaremos nuestros inicios, que están en la gente, en el particular, en el reparto puerta a puerta, como hacían Alfredo y Elisa y a ellos estamos eternamente agradecidos

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